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Rosarito

Dejó las drogas gracias al amor de su familia y a su fuerza de voluntad

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Por Juan Pablo Sebastián

Se llama Huitzilopochtli Díaz y tiene 20 años de edad. Es de los pocos jóvenes que lograron superar su adicción a las drogas siendo adolescentes.

Llegó a dormir debajo de un puente y a deambular por las calles en busca de comida.

En alguna ocasión estuvo a punto de morir quemado cuando al estar dormido en un cauce pluvial, un incendio de basura llegó hasta el lugar donde dormía y le quemó la gorra.

Su fuerza voluntad y el apoyo incondicional de sus padres fueron sin duda las armas más fuertes con las que enfrentó su adicción. De no haber tenido una de las dos, las drogas habrían destruido su vida a tan temprana edad.

Hoy cree que la firmeza de su padre Juan Francisco Díaz Martínez fue pieza fundamental para superar su adicción, aunque paradójicamente también fue uno de los motivos que lo orilló a consumir drogas.

“Yo creía que era muy duro conmigo, porque no entendía que solo me cuidaba y quería lo mejor para mí. A los 17 años me corrió de la casa diciéndome que si no iba a respetar mejor me fuera a la calle. No tenía donde ir y me fui con los amigos con quienes ya fumaba drogas. Y así empecé a fumar cristal, aunque desde antes ya fumaba marihuana y era pandillero. Yo creo que si no me hubiera corrido de la casa, quizás no hubiera llegado a tanto”, contó Huitzi, quien ahora es padre de familia y trabaja con su padre en su restaurante del bulevar Guerrero.

Por su parte, su padre Juan Francisco Díaz Martínez reconoce que le faltó más tacto para entender los problemas que enfrentaba su hijo a esa edad, desde un desamor que lo hizo refugiarse en las drogas, hasta una seria etapa de depresión

Pese a los altibajos, asegura que todo lo hizo por amor, con los errores que cualquier padre comete al educar a su hijo.

“Siempre fue un buen niño, muy listo. A los 11 ó 12 años se metió a trabajar de empacador en la Comercial Mexicana. Nos ayudó mucho en la casa en ese tiempo, pero como ya trabajaba, le soltamos un poco la rienda y creo que eso fue nuestra más grande equivocación, porque a los 13 años se comenzó a juntar con los pandilleros de la Secundaria 37 donde estudiaba, pero con ellos solo fumaba marihuana. Después se empezó a juntar con los viejos pandilleros de la colonia Chula Vista, fue cuando comenzó a fumar cristal. Al principio solo los veía, pero tanto juntarse con ellos y querer ser igual que ellos, pues también empezó con el cristal, fue cuando lo corrí de la casa… y entonces se empezó a juntar más con ellos y empezaron los problemas graves”, contó Juan Francisco.

Entre la vagancia y el vandalismo, Huitzi llegó a tener asolados a los policías municipales, quienes en una ocasión recomendaron a sus padres internarlo en un centro de rehabilitación para someterlo a tratamiento.

En ese sitio, Huitzi pudo reflexionar  sobre el daño que les estaba causando a sus padres, a la comunidad y a él mismo.

“Ahí fue cuando dije que ya no quería seguir drogándome, que quería seguir adelante y cambiar mi vida”.

Su recuperación fue poco a poco y con la ayuda del trabajo, de su familia, así como el nacimiento de su primer bebé por el cual hoy lucha en la vida.

Pese a que las drogas ya no están en su cuerpo ahora, asegura  que la tentación no ha terminado, que está insistiendo duro en algún recuerdo en su mente y en su cuerpo, pero espera no caer nunca más para no defraudar a sus padres.

Lamenta que este mismo destino no lo pudieron tener otros jóvenes de su bandada quienes hoy caminan por las calles perdidos en las drogas, pues no tuvieron la suerte de contar con padres amorosos como los que tuvo él.

“Yo creo que si no tienen familia, no pueden superar las drogas. Es un problema muy fuerte que no se puede salir adelante solo”, sostuvo Huitzi.

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