Por Gerardo Díaz Valles
En el mes de Febrero de este año, Día de las Lenguas Maternas, el Cantor y Hablante Kumiai de Rosarito, Fernando Meza Calles, uso de la máxima tribuna nacional y en su lengua, el nativo de San José de La Zorra utilizó el micrófono para hacer un sentido reclamo social y denunciar que a pesar todo, siguen los saqueos, la simulaciones y el olvido hacia su pueblo.
Meza Calles quien también es abogado, trabaja como apoyo en la Comisión especial de asuntos Indígenas del Instituto Estatal Electoral desde donde busca alentar a sus hermanos Indígenas de participar en los procesos de cambios y mejoras en sus comunidades.
Con su bule con semillas y algunos rasgos de su cultura en sus ropas, compartió ante miembros del Club de Prensa de Rosarito detalles de su experiencia al llevar el canto Kumiai en el palacio de San Lázaro.
“Soy nativo kumiai y es un orgullo para mí ser cantor y hablante de la lengua. Actualmente, nuestra lengua y tradición oral están desapareciendo por falta de interés de los jóvenes y por la discriminación.
Dijo que los kumiai, están muy orgullosos de nuestra sangre y de nuestras tradiciones. Somos arraigados a nuestra tierra. Somos como las raíces del encino, que soportan las sequias y las tormentas de los desiertos por ser fuertes y duras.
“Nuestros cerros, piedras, árboles y animales nos protegen y nosotros los protegemos” .
Nosotros vivimos en Tecate, Tijuana y Ensenada; sin embargo, no somos reconocidos dentro de nuestro territorio.
Es triste para mí ver cómo nuestras tierras y nuestros arroyos son saqueados indiscriminadamente. Ellos son seres sintientes. Mi corazón se pone triste cuando los veo destruidos, devastados y acabados por el Estado, que dice ser dueño de ellos, pese a que mis generaciones han estado y estarán mucho tiempo más. Los gobiernos van y vienen, pero nosotros perduraremos.
Por mucho tiempo hemos luchado para no perder nuestras tradiciones. El sentimiento de pérdida de nuestra lengua materna se puede asemejar al dolor que siente el encino al perder sus raíces ancestrales. El encino ve cómo los que viven debajo de él van perdiendo su lengua, la forma oral más expresiva, a través de la cual se pintan la propia cosmovisión, los usos y las tradiciones. Es la pérdida de centenares de años interpretando y escuchando a la naturaleza, el sonido y los latidos más profundos de la Madre Tierra. La pérdida es como cuando al encino se le cae un brazo ya seco y sin bellotas al suelo, y por el dolor llora cantando, como caminando lloran los nómadas; ya sólo van andando sin su lengua.
¡Cómo quisiera que fuera sólo una pesadilla el ver llorar con dolor al encino por la pérdida del habla! Tal vez también hablemos el castellano y nos entiendan las demás personas, pero el monte, la naturaleza, la flora y la fauna no nos entienden porque se pierde el lenguaje de un mundo indígena.
“Les entrego mi corazón y les doy las gracias por permitirme dar mi discurso en este gran recinto”, concluyó en ese histórico hecho.
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